Un excepcional e inédito recorrido por más de doscientas cincuenta imágenes nos descubre todos los matices de la relación entre Picasso y el artista modernista por excelencia: Santiago Rusiñol. Partiendo de una profunda admiración del Rusiñol personaje/artista, Picasso recorrió un largo camino que lo llevó a asumir parte de sus postulados y prácticas para llegar, después de un proceso de fagocitación (utilizando el término empleado por el comisario de la exposición, Eduard Vallès)a distanciarse de él casi definitivamente a través de la sátira y la caricaturización. Este camino (ilustrado al a perfección por los 21 retratos que Picasso hizo de Rusiñol) constituye un ejemplo paradigmático de los procesos creativos y vitales del pintor malagueño.