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San Antonio de Padua (sala 25)

Uno de los artistas más excepcionales del barroco español es Gregorio Fernández. Vivió y trabajó casi permanentemente en Valladolid, donde dirigió un activo taller en el cual trabajó un gran número de colaboradores. Fallecido en 1636, su influencia se mantuvo en la escultura española a lo largo del siglo XVII y sus modelos fueron repetidos por sus discípulos y colaboradores.

A este artista y a su taller se le pueden atribuir estos fragmentos escultóricos: la cabeza, las manos y los pies, dos figuras de niño y un libro. Gracias a una fotografía antigua sabemos que todos estos fragmentos pertenecieron a una imagen vestida de san Antonio de Padua. La cabeza está modelada de modo naturalista y las facciones son robustas. La mirada baja para contemplar al Niño que sostenía en brazos, que corresponde a la figura que extiende su brazo izquierdo. El otro niño fue un ángel situado a sus pies y que llevaba en su mano izquierda el libro en el cual se lee un texto del oficio litúrgico de su festividad. Los tres rostros tienen los ojos de cristal y sus cabellos están tratados con mechones profundos. Manos y pies completaron la figura principal. Gregorio Fernández es también autor de otro san Antonio vestido: el que realizó para la iglesia de San Miguel de Valladolid. Se diferencia del nuestro por tener también esculpido el cuerpo desnudo del santo.

Del estilo de Fernández sobresale el realismo de sus figuras y el modelado naturalista de los rostros que hacen que parezcan personajes vivos. Pero lo más destacable es la espiritualidad y vida interior que transmiten. El artista creó diversos modelos iconográficos muy solicitados por sus clientes así como monumentales pasos procesionales.

Esta obra, de la que desconocemos su procedencia original, fue conservada en manos de particulares durante mucho tiempo sin perder su función devocional hasta su ingreso en el museo.